En la última obra de José María de Orbe, Aita, encontramos el espacio tratado como un personaje más, “alguien” con personalidad propia, partícipe de la historia que de alguna manera habla y se comunica interactuando con el pasado y el presente. Un espacio que parece contener fantasmas de tiempos vividos en sus paredes.
Aita se adentra en el Palacio de Murguía (Astigarraga, Guipuzcoa), a día de hoy un señorío deshabitado del siglo XI que a su vez contiene el pasado familiar del propio director. En ella interactúan dos personas: el guarda, la única persona que parece interesada en mantener viva la casa, y el cura del pueblo, la única persona que habla con este guarda. Como telón de fondo, un yacimiento arqueológico bajo la casa que acentúa ese factor histórico.
Una obra que nos habla además de la decadencia, pero no de la nostalgia. La decadencia entendida como paso del tiempo, como etapa inevitable y necesaria de todo periodo vivido y superado. De esta manera, José María de Orbe expone cada sonido, los colores, la luz, en definitiva, cada elemento de la casa para interactuar con ese pasado. Las texturas, los rincones y pasillos por los que parecen circular fantasmas. Vivencias que se hacen explícitas por momentos en la historia de esas paredes que son testigos del tiempo.
También el abandono forma parte de esa decadencia. Aunque sin olvido ya que el director vuelve a este lugar para rendirle honores, la decadencia supone dejar de lado ese lugar, algo que hace del espacio un lugar inútil. De Orbe descubrió en Oteiza el vacío como protagonista de las formas y en Aita así lo expone: la ausencia de mobiliario como reflejo de un lugar sin uso, un lugar que se pierde en la historia poco a poco.
Quizá haya demasiados lugares olvidados a día de hoy. Como todo, con el tiempo una edificación también se abandona y tarde o temprano pasa a formar parte del pasado. Se la deja a su suerte. En las ciudades, estos espacios son muchas veces ocupados o derribados, de algún modo han de ser aprovechados. En el campo es la naturaleza la que se los come. Cuantas casas de piedra habrá en los bosques con árboles que han crecido dentro, semienterradas en la tierra tras el paso del tiempo. Sin embargo, tratándose de algo tan básico como lo es una vivienda, hasta qué punto una casa o un edificio puede ser desaprovechado. El espacio es historia contenida entre sus muros, vidas que han pasado por ella. En algún momento esas casas abandonadas vivieron su esplendor. Y luego solo son muros abandonados sin significado para casi nadie.
Pablo Barrón Muruais
Los lugares vividos se perpetuan en la memoria. Almacenados generan un código único que nos orienta cuando nos movemos.
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