martes, 3 de mayo de 2011

Arquitectura y cine. Bach & Portabella


Arquitectura también es lo que se escucha en ella.


De la misma manera que Bach controlaba la arquitectura de los sonidos y transmitía su energía, Portabella afirma, y quizá debamos darle la razón, que él llevó la música a la imagen.

En el prólogo de El silencio antes de Bach, Portabella nos presenta ya esa comunión entre la arquitectura, la música y cómo ésta es materializada en la pantalla:


El silencio se rompe con la entrada de las notas que pasan a ocupar todo el espacio, llenándolo al tiempo que la pianola recorre la sala. A continuación, un hombre ciego camina por la misma sala en sentido inverso y guiado por su perro para llegar hasta un piano que afina. En esta ocasión, los focos de la película ya no se ocultan, todo queda al descubierto porque la arquitectura aquí ya no es la que se ve, sino la que se escucha. Y es que efectivamente el espacio está (o mejor dicho, debería estar) también concebido para lo que en él se escucha: desde el auditorio hasta la discoteca o desde la biblioteca hasta el bar. ¿Y dónde escuchamos el órgano si queremos acudir a un concierto de Bach? Lo más probable es que éste se lleve a cabo en una iglesia. Sin embargo, a día de hoy, la música, sea cual sea, irrumpe casi en cualquier parte.

Pere Portabella no realiza el clásico biopic con el que contar la historia de un genio, sino que busca en la forma de la propia música de Bach, en su espíritu, para llevar a cabo un montaje lleno de saltos en el tiempo sin continuidad narrativa a través de los siglos XVIII, XIX y XXI, donde comprendemos la importancia de Bach y su alcance en cada uno.
Indaga en el vínculo de la música de Bach con la arquitectura de su tiempo, donde Bach aplicaba casi la misma relación numérica que los arquitectos. De esta manera, el director busca, con los planos, la repetición de los sonidos, el recorrido de los edificios, de sus interiores y sus detalles o el caminar por dentro de los vagones de metro observando el ritmo de esta música.
Esta manera de componer con el montaje, que para cualquier cineasta es la gramática de su discurso, también es la arquitectura donde queda articulado el film.

Pablo Barrón Muruais

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