Las modas, entiéndase como corrientes de pensamiento condicionan los modos de plantear las cosas; aquí, el urbanismo.
Desde que se construyen ciudades, éstas se planean de un modo más o menos caótico; colmatando el espacio disponible hasta murallas, autopistas o "puntos conflictivos", o poniéndole nombres como planes urbanísticos, de revitalización, de intervención puntual… que la mayoría de las veces son producto de un estudio sesudo, razonado y medido, de las posibilidades y necesidades a medio y largo plazo de una población o barrio. Otras no dejan de ser las aspiraciones de grandeza de quienes los encargan y los hacen. Estos planes lógicamente se desarrollan dentro de los esquemas mentales - realidades sociales, económicas y planteamientos filosóficos- de la época en la que se plantean y dibujan.
En España tenemos también nuestros experimentos sobre la ciudad utópica, o más bien, la fascinación de la Ciudad Radiante. Antes estos planteamientos eran higienistas, ahora son ecológicos, la etiqueta que debe tener todo proyecto para que se venda. Sea o no cierto, o como mínimo, incierto.
Teóricamente, un urbanismo responsable es el que sirve para prever las necesidades futuras, solventando las actuales de una población. No solo de vivienda, sino de equipamientos y actividad económica. La disgregación de estos factores produce barrios dormitorio, barrios financieros, zonas de copas...en los que tarde o temprano afloran las tensiones y la necesidad de "recuperar" zonas.
La demolición de este barrio londinense, aquejado de una falta de atención administrativa que promueve el abandono progresivo, es noticia por una cuestión: la escala, la ambición de levantar todo un barrio en un suelo que actualmente cotiza más-y cotizará más cuando las futuras viviendas de lujo se proyecten- por su localización.
Los vecinos que se desplazan en estas operaciones de "recuperación" se van, obviamente, a zonas que estén al alcance de su bolsillo. Y suelen ser pocas, si las viviendas son de protección oficial y los realojan.
Recuperar la ciudad o rehabilitar un barrio es diametralmente opuesto a esto. Si no costase tanto dinero y tanto esfuerzo (sobre todo dejar que las cosas se lleven al punto de colapso), sería una broma; macabra y cínica. Lo que el diccionario llama sarcasmo.
Se puede rehabilitar un barrio con actuaciones puntuales, involucrando a sus vecinos de forma que sientan suya esa mejora, e incluso, cambiando las bombillas de las farolas. El caso londinense puede ser un sarcasmo, o es que de verdad se necesita un barrio ex novo. Eso sí, según el artículo, pasarán de 1260 viviendas a 3300. El Barón Haussmann hizo algo parecido. Las necesidades de regeneración siempre regeneran a los mismos, y a las mismas circunstancias.
Un plan urbanístico nos condiciona la vida, que dependiendo de cuál sea su planteamiento, hace triunfar o fracasar a una ciudad., y una vida. Concretamente, la tuya, la mía y la de todos. En un plano todo se ve a la vez, pero en la realidad raramente es así.
Un barrio sin servicios está deshabitado, lo mismo que sin oficinas. Al igual que uno sin dotaciones o espacios públicos razonables en los que solazarse e interactuar con los vecinos.
Un barrio habitable es uno en el que te sientas rodeado de otros seres, a ser posible, humanos-y civilizados- sin sentirte aislado o agredido.
Claro que, para eso, debería estar garantizado el derecho a tener una vivienda digna, y ya después hablamos de la calidad urbanística del barrio.Javier Echenagusía.
Arquitecto ETSAM.
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