lunes, 4 de abril de 2011

Arquitectura y cine. Casa Malaparte, espacio para la catarsis. Reflexión con Le Mépris (El Desprecio) de Jean-Luc Godard como telón de fondo.


Es muy común escuchar, y no se equivoca quien lo piense, que el cine es una disciplina artística que agrupa a todas las demás aunque no por ello deje de tener personalidad propia. El cine crea ante todo en el tiempo como la arquitectura lo hace en el espacio, sin embrago, el cine también son espacios. Por eso, dentro que cada obra audiovisual hay arquitectura y en ocasiones esta es esencial.

Le Mépris, resultado de un malentendido

Paul Javal (Michel Piccoli) recibe el encargo de rescribir el guión de La Odisea, adaptación al cine que dirige Fritz Lang (interpretado por sí mismo) y con la que Jeremy Prokosch (Jack Palance), el productor, no está nada satisfecho. Tras hablar del trabajo, Camille (Brigitte Bardot), la mujer de Paul, llega a los estudios y Prokosch parece interesarse por ella ofreciéndole ir en su coche a su finca a tomar una copa. Paul deja que su mujer vaya mientras se va a buscar otra manera de llegar. Esto origina una crisis matrimonial porque Camille piensa que le ha usado como moneda de cambio. Ninguno de los dos tiene la culpa pero la crisis se agudiza poco a poco, creándose al tiempo un vínculo con los personajes de la obra de Homero: Paul, al igual que Ulises, deberá enfrentarse a las dificultades creadas por Prokosch, en este caso Poseidón, mientras que Camille, imagen de Penélope, irá perdiendo la confianza en su marido y lidiando con su pretendiente.
La relación de la pareja también contribuye al debate acerca de la ética del artista, que deberá elegir entre ser honesto consigo mismo o el dinero, entre sus deseos como creador o los deseos materiales de su mujer. En realidad, un debate que se extiende a todas las disciplinas artísticas y donde quizá la arquitectura se lleve la palma, pero esa es otra cuestión.


Casa Malaparte, espacio de dioses


El dinero que Paul recibe por el encargo tiene un objetivo claro: pagar el piso nuevo. En Le Mépris, los espacios definen a los personajes, sus aspiraciones, su poder. Camille desea esa casa, es bonita, amplia y por encima de todo se identifica con ella. De la misma manera que Prokosch, que afirma entender cómo se sienten los dioses, posee la Casa Malaparte.
La arquitectura en el cine adquiere otro significado y no se puede entender como fue concebida. Su historia cambia, quien la habita le da una nueva personalidad y la obra que existe en la realidad pasa a formar parte de la ficción. Por eso, la casa que creó Curzio Malaparte cumpliendo su sueño se convierte en el lugar que encierra a los protagonistas para llegar al final de su crisis.
De esta manera, la arquitectura es interpretada por otro autor, en este caso Godard, que, aunque manteniéndose bastante fiel a la forma original, hace suya esta residencia y la transforma a través del plano y posteriormente del montaje, apropiándose de su belleza y configurando la estética de la imagen. El encuadre aísla cada rincón para luego en el montaje reordenarlos rescribiendo (o en este caso, reproyectando), igual que se adapta una obra literaria, la obra arquitectónica. Es a partir de la deconstrucción o si se prefiere, de la fragmentación como surge una segunda realidad captada por la cámara que dirige nuestra mirada hacia lo que al autor de la película le interesa y necesita mostrar.

Casa Malaparte.
Autor: Curzio Malaparte y Adalberto Libera
Año: 1937
Lugar: Capri (Italia)

Le Mépris.
Autor: Jean-Luc Godard
Año: 1963
Producción: Francia e Italia

Pablo Barrón Muruais

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